Una vida de carbono
El carbono es el elemento químico que sustenta toda la vida en la
Tierra. En la naturaleza existen 92 elementos químicos en estado natural. Es
decir, 92 tipos distintos de átomos. Son las pequeñas piezas que se combinan
entre sí para formar toda la materia conocida. Los átomos se combinan para
formar moléculas, y las moléculas se unen para formar la materia. Todo lo que
vemos a nuestro alrededor se forma con sólo esos 92 elementos. Incluidos
nosotros mismos.
El 95% del cuerpo de los seres vivos se
compone por sólo cuatro elementos: carbono, oxígeno, hidrógeno y nitrógeno. De
ellos, el carbono es el más importante. Sin él, no podría formarse el ADN. Las
proteínas, glúcidos, vitaminas y grasas también son compuestos de carbono.
El carbono es la base química de la vida. Es un elemento muy abundante
en el Cosmos. Sus átomos se unen entre sí formando largas cadenas
que sirven de base para construir otras moléculas más complejas. Esta facilidad
para enlazar moléculas es lo que permitió la evolución hasta los organismos
vivos. En la tierra primitiva se dio una excelente combinación de grandes
cantidades de carbono y agua, que fueron determinantes para originar la
vida.
Siempre se ha pensado que la vida sólo
podía estar basada en el carbono. Cuando buscamos vida fuera de la Tierra,
siempre suponemos que estará compuesta por los mismos tipos de átomos que la
nuestra. Sin embargo, a finales del 2.010, la NASA anunció que había
descubierto una nueva forma de vida basada en el arsénico. Se trataría de una
bacteria que vive en el Lago Mono, en California. Pero, un año después, los resultados
aún no son concluyentes. No se trata de que viva en el arsénico, sino que su
vida y su ADN tomen como base el arsénico en vez del carbono. De confirmarse,
abriría las puertas a nuevas formas de vida hasta ahora desconocidas.
También en la búsqueda de vida
extraterrestre. Hasta ahora, quienes buscan vida fuera de nuestro planeta se
han centrado sólo en zonas donde el carbono es abundante, pues es inimaginable
la vida sin él.
El carbono, como el agua, sigue un
ciclo. El ciclo del carbono une a todos los seres vivos con la Tierra, en un
frágil equilibrio. La Tierra contiene una cantidad de carbono que no varía a lo
largo del tiempo. Sólo se transforma pasando de una fase a otra, y de unos
seres vivos a otros. Como sucede con el agua, cada átomo de carbono que hoy
compone nuestro cuerpo, formó antes parte de muchos otros seres vivos.
Mediante la fotosíntesis, las plantas transforman
la energía de la luz solar en hidratos de carbono. Incorporan el carbono de la
atmósfera en sus tejidos. Cuando los animales las comen, lo incorporan a la
cadena alimenticia. A través de los desechos y la respiración, parte del
carbono vuelve a la atmósfera y la tierra. El resto, volverá cuando ese ser
vivo muera y se descomponga.
El uso de hidrocarburos y combustibles
fósiles por parte del hombre rompe el equilibrio del ciclo del carbono. El
dióxido de carbono vuelve a la atmósfera a un ritmo mucho mayor que su ritmo
natural. Se acumula, produce el efecto invernadero, y puede provocar o acelerar
un cambio climático. También se acumula en los océanos, volviéndolos más
ácidos. La Tierra ya vivió estas situaciones en el pasado, y dio lugar a
grandes extinciones.
La diferencia es que, esta vez, está en
nuestra mano evitarlo.
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